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viernes, 19 de noviembre de 2010

El día en que un presidente humilló al Perú

Hoy por la premura del tiempo no puedo escribir más, pero estoy en la obligación moral y patriótica en que lamentablemente debemos recordar para vergüenza de todos los peruanos, una década de la más descarada falta de respeto a nuestra patria, pero también de la más cobarde de las actitudes que puede practicar un ser humano que se precie de ser decente o merecerse respeto alguno, al menos por la confianza depositada por la mayoría de peruanos de esa época en el genocida y cleptómano Alberto Fujimori Fujimori, claro que algunos confiando de buena fe y otros por la estupidez natal de la cual siempre se aprovechan gran parte de los políticos facinerosos. El domingo 19 de noviembre del año 2000, Alberto Fujimori Fujimori (si el papito de la que ahora tiene el desparpajo de decir que postula a la presidencia para sacar a su padre de la única cárcel - Suite Presidencial del planeta, permitida por este gobierno de igual catadura moral), no se le ocurrió mejor idea a Fujimori, que presentar su carta de renuncia ya refugiado y en la comodidad de Japón, como siempre lo hacen los cobardes, ya con total ausencia moral y poniéndose a salvo primero, incluso sin importarle sus propios hijos, ese presidente que alguna vez tuvo el Perú aunque paresca increible, que se escapó del país usando la representatividad de la nación para la cumbre de la APEC en Brunei, no tuvo un poco de hombría en afrontar los gravísimos cargos de corrupción y delitos de genocidio gestados conjuntamente con el otro criminal Montesinos y toda su banda de delincuentes, protegidos por sus periodistas (geishas) que ahora reciclados hacen sutilmente propaganda para el regreso de esa mafia al poder, felismente, en ese moemento el congreso al menos por única vez, hizo respetar la grandeza de nuestra patria, a primero vacarlo del cargo antes que leer una renuncia presentada como forma de burlarse de la institucionalidad del PERÚ.

Los peruanos, o no aprendemos de nuestros errores ni de la voz de la historia que clama justicia, o simplemente somos seres primarios sin sesos para razonar y saber defendernos, desprendiéndonos de la eterna indiferencia al respeto y bienestar que vamos dejando por generaciones a nuestros hijos y a nuestra sociedad, algunos que nos atrevimos a luchar desde jóvenes en las calles, a recibir el golpe cobarde del que se encontraba armado ante a única amenaza de nuestra voz y el deseo de ver un Perú libre y al menos un poco más justo, ahora, desde este pequeño espacio y en este día que recordamos la más grande vejación que sufrió nuestra patria de parte de este criminal, les dejo la carta que fue capaz de presentar vía fax, incluso si leemos el término de ella, notaremos su claro desprecio al Perú al no sentirlo como suyo e incluso al aceptar que no fue un régimen democrático bajo las frases coloreadas para el análisis del lector y que ojalá no permitamos que nuestro Perú le vuelvan a sumir en la más humillante miseria moral que el hombre pueda experimentar, presento la carta de la vergüenza, para que los adultos piensen las causas de su indiferencia con su país, para que los jóvenes reflexionemos de las consecuencias del egoísmo al no pensar como nación, y para que los nuevos ciudadanos aprendan y conozcan el valor de la libertad y del respeto por la patria que nos cobija a TODOS en su mismo techo y sostiene en su mismo suelo.

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Sr. Dr. Valentín Paniagua sin apellido materno
Presidente del Congreso de la República
Presente

De mi mayor consideración:

En primer término, deseo expresar a usted mis felicitaciones por su reciente elección como presidente del Congreso de la República.

Soy el primero en reconocer que hay un nuevo escenario político en el país, una de cuyas expresiones recientes es una nueva correlación de fuerzas en el Parlamento. Consciente soy, asimismo, de posiciones e intereses en ese Poder del Estado, que podrían conducir a una confrontación de poderes, a pesar de mi iniciativa para acortar el mandato presidencial y convocar a elecciones en estricto cumplimiento de la promesa que hiciera en mi mensaje de setiembre, y de los acuerdos alcanzados por el Gobierno y la Oposición en la Mesa de Diálogo promovida por la OEA.

A lo largo de estos últimos diez años, y como consta al país entero, a pesar de errores, que reconozco, he actuado sin cálculo político, mucho menos preocupado por la popularidad, circunstancias que hubieran impedido la exitosa ejecución de un programa económico antiinflacionario, el proceso de pacificación interna y luego, alcanzar la paz definitiva con Ecuador y Chile entre otros logros fundamentales de mi Gobierno. Jamás pensé, en todas estas oportunidades, sino en los sagrados y permanentes intereses de la República, actué a pesar de la resistencia ofrecida por el negativismo, la demagogia, el chauvinismo inconsciente e intereses personales o de grupo. Nada de ello me detuvo.

En esa línea principista se inscribió mi decisión de acortar mi mandato de Gobierno y convocar a elecciones generales para abril del 2001, objetivos ya cumplidos. Aún, sin embargo, no se ha recuperado la estabilidad política necesaria para llevar a buen término este período de transición que culminará con la elección de un nuevo Gobierno. Abrigo la esperanza de que bajo la honorable presidencia suya, esta estabilidad pueda alcanzarse en breve.

He vuelto, entonces, a interrogarme sobre la conveniencia para el país de mi presencia y participación en este proceso de transición. Y he llegado a la conclusión de que debo renunciar, formalmente, a la Presidencia de la República, situación que contempla nuestra Constitución, para, de este modo, abrir paso a una etapa de definitiva distensión política que permita una transición ordenada y, algo no menos importante, preservar la solidez de nuestra economía.

Formulo, pues, ante usted, señor presidente del Congreso, mi renuncia formal a la Presidencia de la República, en concordancia con el artículo 113, inciso 3 de la Constitución Política del Perú.

Hago fervientes votos por el éxito de su gestión, porque eliminada la supuesta causa de desavenencias y desencuentros entre Gobierno y oposición, todos se avengan a buscar con serenidad y patriotismo la forma más adecuada de garantizar para el Perú, para su pueblo, un futuro de verdadera democracia, es decir un sistema político que se traduzca en bienestar y desarrollo para la mayoría de los peruanos.

Muy atentamente.
Ing. Alberto Fujimori.

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